Bioetica global o la sabiduria para sobrevivir

Book Cover: Bioetica global o la sabiduria para sobrevivir
Parte di Bioetica sistematica series:

Sandro Spinsanti

BIOETICA GLOBAL O LA SABIDURIA PARA SOBREVIVIR

in Cuadernos del Programa Regional de Bioetica

n. 7, diciembre 1998, pp. 9-19

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De la busqueda sobre el cancer a la bioetica

Quien haya querido hacer un perfil histórico de la bioética ha debido empezar por él: Potter. Su sola mención se reduce a atribuirle la paternidad del término, aparecido por primera vez en el título de un volumen de 1971: "Bioethics. Bridge to the future."Los más informados llegan hasta un artículo de él aparecido el año anterior en la revista Perspectives in Biology and Medicine, donde la palabra aparece por primera vez en sentido absoluto: "Bioethics. The Science of survival". La bioética relacionada con el futuro y con la sobrevivencia: estas pocas informaciones nos dicen algo sobre el espíritu que soplaba sobre la creación del término, pero nada de su génesis, después que la nueva disciplina había encontrado la etiqueta que la distinguía.

Las pocas informaciones que se logran reunir sobre Potter agregan que es un bioquímico, un investigador en el ámbito de la oncología de base. Y eso es todo. O sea muy poco. El interés por Potter por parte de los cultores de la bioética generalmente termina aquí.

Introduciendo un segundo libro de Potter, aparecido casi veinte años después del primero, Tristam Engelhardt ― en el intertanto se acreditó como uno de los bioéticos más prolíficos y escuchados ― fijó la relación entre Potter y la bioética con una imagen: él creó el nombre de la disciplina y ésta se alejó de él y se fue por su camino, despreciando la ruta que el artífice había previsto, así como muy seguido los hijos que tienen talento y capacidad hacen con sus padres.

La bioética que se ha desarrollado en estos dos decenios no tiene nada en común con el programa trazado por el pionero. El entregó la nueva palabra, con un insight (perspicacia, intuición) que le permitió reconocerla como el término adecuado para expresar la búsqueda que estaba inconclusa hacia fines de los años 60. Los términos tradicionales ― en particular el más usado por un largo uso: "ética médica'' ― eran muy mezquino para identificar este vasto radio de interés. El neologismo ― observa T. Engelhardt ― ha sido profundamente heurístico, justamente por su imprecisión y falta de claridad: cayendo en una solución supersaturada que hizo cristalizar un conjunto heterogéneo de importantes problemas culturales.

Sin embargo, Potter merece más que un simple reconocimiento formal. A aquellos que les importa conjugar saber científico y responsabilidad moral no le entrega sólo la etiqueta creada al inicio de los años 70. Pero vale la pena escuchar con calma al que tiene que decir. Y para hacer esto es necesario

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empezar buscándolo en su refugio. Ya sólo el viaje exige un notable compromiso.

La meta es Madison, capital del estado americano de Wisconsin. Es una de las capitales más atractivas de los Estados Unidos, ubicada entre los cuatro lagos. El campus universitario se refleja en las aguas del Lago Mendota. Los edificios de la universidad ocupan una extensa área; con su solidez y modernidad dan inmediatamente una primera imagen visual de la gran consideración del conocimiento que se tiene en este ángulo descentralizado de la inmensa América. La cita con Potter es en su oficina, en el laboratorio McArdle para la investigación del cáncer. Ubicado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Wisconsin. Después que el ascensor llegó al octavo piso del imponente edificio, es necesario subir a pie un piso más. Un par de piezas en el desván son su reino. El anciano profesor ― nació en 1911 ― se jubiló después de dejar, en 1982, la dirección del laboratorio, por límites de edad. Por más de 40 años hizo investigaciones en esa sede. Aún ahora va al trabajo todos los días, con un empeño que no se dobla frente a la edad ni a los achaques.

Recorrió un "cursos honorum" con todo el respeto. Fue presidente de la Sociedad Americana de Biología Celular y de la Asociación Americana para la Investigación del Cáncer. Ha hecho alrededor de 350 publicaciones de bioquímica y de investigación del cáncer, en especial utilizando las enzimas y desarrollando un nuevo acercamiento en el estudio del cáncer como enfermedad de la biología del desarrollo. Adiestró a decenas de investigadores de todo el mundo que pasaron por su laboratorio. En su honor la Universidad estableció, en 1982, una serie de "lecturas" sobre temas de bioquímica y oncología.

Sin embargo, esta sólida carrera de científico no es el centro sino la periferia de sus intereses más profundos. Este ámbito era tan difícilmente comparable con los términos usuales, que tuvo que inventar una nueva palabra para expresarlo: la bioética. Más que en cualquier otro caso para entender una palabra tuvimos que referirnos a una historia: la historia de la persona que la inventó.

No se puede decir que los accesos que buscó en dirección de la tierra inexplorada de la bioética fueron motivados por frustraciones vividas como científico. Por el contrario, como experimentalista e investigador de ciencias básicas tuvo éxito, especialmente en los estudios de los agentes que bloquean metabolismos específicos. Fue el primero en proponer que los inhibidores secuenciales de actividades enzimáticas críticas pueden ser útiles en la quimioterapia del cáncer. Sobre el tema escribió un libro en 1950: "Enzymes, growth and cáncer. "Este concepto indujo a otros a desarrollar combinaciones de fármacos con ventajas selectivas en el tratamiento de ciertas afecciones

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oncológicas humanas. Durante su carrera científica gozó de la estimación de sus colegas y de otros investigadores. Esta alta consideración probablemente ha sido influyente en la acogida que en los ambientes científicos se le dio a sus reflexiones relacionadas con el ámbito que llamó "bioética".

Este segundo interés tomó forma poco a poco en su vida. Aunque probablemente para encontrar los orígenes más lejanos es necesario remontarse a la profunda huella que dejaron en Potter sus orígenes campesinos y la infancia pasada en un campo al sur de Dakota. Tuvo un constante interés por el ambiente. También el fundamento religioso puede haberle dejado una huella permanente que influyó en su orientación. Fue educado en una iglesia presbiteriana y era muy activo en las iniciativas de su comunidad. El pastor lo habría visto con gusto como ministro del culto, pero el joven Potter decidió que llegaría a ser científico. Su ambición era la de combinar la bioquímica con la medicina. Esta es la linfa que circula en el investigador que por más de 50 años estudia la bioquímica del cáncer en el Laboratorio McArdle.

La responsabilidad del cientifico hacia el futuro

La publicación de "Bioethics. Bridge to the future" se debió a una serie de circunstancias fortuitas. Potter en algunas ocasiones había sido invitado para hablar sobre temas que no tenían relación directa con la investigación del cáncer. De frente a interrogantes como el dolor de las personas buenas y virtuosas ― es la realidad que una enfermedad como el cáncer nos enfrenta diariamente ― se había dado cuenta que la respuesta no se tenía que buscar en los microscopios electrónicos del laboratorio. Se sentía estimulado en ir más allá del conocimiento específico que era el suyo. Se había enfrentado con Teilhard de Chardin y con otros pensadores orientados hacia el futuro de la humanidad.

Sobretodo le había impresionado un artículo escrito por Margaret Mead y publicado por Science en 1957: "Toward more vivid utopias" (Hacia utopías más vivas). La ilustre antropóloga sostenía que en la universidad deberían existir "cátedras sobre el futuro". Potter había sentido esta investigación como dirigida especialmente a él, que se ocupaba del estudio del cáncer, contaminación, prevención. Acogiendo el desafío creó en la universidad de Wisconsin un comité interdisciplirrario sobre el futuro del hombre.

Por cuenta de este comité, y con la firma de los otros miembros, escribió un artículo sobre el sentido y la función de la universidad. Afirmaba que los gobiernos están tan ocupados con los problemas diarios que no logran ni siquiera

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plantearse la cuestión de qué se tiene que hacer para asegurarse el futuro de la especie. ¿Quién tiene que hacerlo, si no la universidad?. Quería llevar la interrogante a todo el cuerpo docente universitario y a la opinión pública.

El artículo fue publicado en Science en marzo 1970. Llamaba a los universitarios a cumplir su responsabilidad primaria por la sobrevivencia y la calidad de vida en el futuro, reaccionando a la concepción de la finalidad de la universidad que consiste en la "búsqueda de la verdad". No se puede negar que la "búsqueda de la verdad", combinada con la tradición académica de "la libertad de búsqueda"; haya sido la llave del progreso en la civilización occidental. Sin embargo, en el artículo se exponía el malestar difundido en muchos sectores de la sociedad, ligados a la certeza de que la libertad no lo es todo. Es necesaria una dirección para la búsqueda, mientras parece que nadie tenga el control de la situación: ni los dioses, ni los gobiernos tienen un plan para el futuro.

En este contexto, es anacronístico que el mundo académico se aterre a la "búsqueda de la verdad" y a la "libertad académica". Es obvio que los profesores prefieren ser sometidos lo menos posible a reglamentos. Cada especialista opina que su propio microcosmos merece mayor financiamiento, en el interés de la sociedad, sin preguntarse si y cómo es posible encontrar las mentes que juntan los pedazos de conocimiento, al servicio de una sabiduría y dimensión de toda la sociedad.

En esa intervención programada en Science, Potter afirmaba que la universidad tiene que ser el lugar de una "búsqueda de la verdad orientada hacia el futuro". Tiene que transmitir a las siguientes generaciones no sólo el conocimiento, sino también juicios de valor significativos. Frente al futuro es necesario asumir una posición humilde. Puesto que ningún individuo conoce los criterios más apropiados para juzgar las acciones orientadas al futuro, tenemos que estar dispuestos a superar los límites de la disciplina, a ejercitar y soportar las críticas, a desarrollar acercamientos y soluciones pluralísticas basándonos en grupos interdisciplinarios. En la práctica, dentro de este perímetro se inscribe su propuesta de una bioética, como "puente hacia el futuro": como lo señala en su libro publicado en 1971.

El libro constituido por la recolección de trece escritos ocasionales publicados entre 1962 y 1970, nació ― concretamente ― por el interés de Cari Swanson, que dirigía para el editor Prentice Hall una colección: "Biological Sciences series". El opinaba que la universidad tendría que ocuparse no solamente de la sustancia de la ciencia, sino también de sus implicaciones. Las reflexiones de Potter, nacidas en el laboratorio pero con el ojo fuera del laboratorio, parecía aprovechar una necesidad del momento.

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El pedido de "bioética" estaba en el aire. Bastó inventar el término, para que se adoptara con entusiasmo. La unión entre el "bios" ― la vida ― y la ética es más que una ocurrencia lingüística. El neologismo quería dar forma a un proyecto. La bioética se propuso como el nombre de una nueva disciplina que combinara la ciencia y la filosofía. No como una síntesis entre dos conocimientos extraños. Potter quería oponerse a la perspectiva que considera la ética como proveniente de fuera de la ciencia, de la reflexión filosófica o teológica. La ética que él considera como "puente hacia el futuro" es un saber que se desarrolla desde las ciencias biológicas.

Al sostener que los valores éticos no se pueden separar de los hechos biológicos, Potter adscribe continuamente al movimiento de los años 60, que perdió en discusiones la pretensión de la ciencia de estar libre de valores. Después de todo, no se hacen investigaciones para desarrollar un solo conocimiento, sino para poder intervenir con eficacia, para preservar o restablecer la salud, aliviar el dolor y el sufrimiento. Su acercamiento, que considera la evolución moral como intrínseca al paradigma científico, aparece muy afín a lo que quería decir Teilhard de Chardin.

En su propuesta de la bioética como nueva disciplina que combina el conocimiento biológico con los valores humanos en un sistema biocibernético abierto de autoevaluación, ni la filosofía está subordinada a la ciencia, ni la ciencia a la filosofía. La tarea confiada a la bioética es la de conducir a científicos y no científicos a reexaminar su visión del mundo. El interés supremo por la sobrevivencia tiene que llevar a la convicción que es necesario saber más sobre la naturaleza del conocimiento y sobre la importancia de ver la realidad con los ojos del otro.

Para adoptar esta perspectiva Potter no tenía que buscar muy lejos: la oncología, que es su campo de investigación, es naturalmente más interdisciplinaria que cualquier otro sector de la ciencia. Leyendo nuevamente el desarrollo de su actividad de investigador, Potter recuerda que inició a fines de los años 30, los estudios para entender la bioquímica del cáncer. Bien rápido empezó a darse cuenta que en los lugares de trabajo muchas personas están expuestas sin necesidad a substancias cancerígenas; eso lo llevó a pensar en términos de prevención. Considerando además la contaminación en aumento y los daños producidos al ambiente, sintió la necesidad de buscar un punto de vista superior, que individualizó en el imperativo de la sobrevivencia.

Su parábola personal es ejemplar: refleja un aumento de horizontes que involucra a un gran número de investigadores en el campo oncológico. Con el tiempo llegaron a estar conscientes que el mayor obstáculo para encontrar soluciones al cáncer depende de la organización de la ciencia misma, porque no sabe integrar la necesidad y las opiniones de científicos y no científicos, incluyendo

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entre los últimos a pacientes y ciudadanos interesados. En armonía con esta perspectiva, la bioética propuesta por Potter tenía que ser la ciencia nueva que combina valores humanos y conocimientos biológicos, en particular los de la fisiología, genética y ecología.

La bioetica se incorpora en el campo medico

Para su sorpresa, el término se enraizó y la disciplina en el curso de dos décadas conoció un desarrollo triunfal. Pero la bioética que se afirmó sólo respondió en parte a sus expectativas. Mientras que el debate se focalizó en las temáticas médicas. La bioética pareció una respuesta al difundido desafecto hacia la ciencia médica. A la nueva disciplina se le atribuyó el rol de prevenir reacciones violentas hacia la medicina y la bioética. La mayor preocupación era la de mantener el empleo de la medicina dentro de límites éticos; la bioética empezó a ser relacionada con problemas de aborto, eutanasia, fecundación in vitro, donación de órganos de seres vivos y de trasplantes.

Para muchos hablar de bioética significaba exclusivamente preguntarse hasta qué punto impulsan las opciones médicas que son técnicamente posibles y pedir el consentimiento informado a los pacientes y a los sujetos experimentales. Preocupaciones indudablemente legítimas; pero el horizonte más extenso dentro del cual Potter había originalmente pensado la bioética venía restringida dentro la perspectiva médica.

El segundo aspecto en la cual la bioética tomó el predominio se apartó de su proyecto es como fue el concepto mismo de la ética. Potter proponía considerar seriamente el hecho que la ética humana no puede separarse de una comprensión realista de la ecología en el significado más amplio. Los valores éticos no se pueden separar de los hechos biológicos. Sugería, por consiguiente, abandonar sistemas éticos que fueran capaces de ver nuestra especie en un contexto evolucionista y ecológico.

El primer imperativo es que la ética reconozca la unión entre la humanidad y el mundo de la naturaleza. Una sobrevivencia que salve la calidad es posible sólo si los sistemas éticos son compatibles con el mundo real, y eso requiere una dolorosa reorientación en nuestro modo de pensar y de comportarnos, una revisión de antiguas y arraigadas creencias. Lo que sucedió, en cambio, en la bioética dominante fue una sacudida de la filosofía sobre la ciencia, en la pretensión de tener los instrumentos conceptuales necesarios para dictar las reglas a las cuales el progreso científico se tiene que conformar.

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No que debe valer lo contrario, o sea que la ética tenga que adaptar su paso al de la ciencia y tomar prestado de ella su conocimiento. Es justamente esta contraposición que Potter trataba de superar, proponiendo la bioética como un nuevo paradigma que hace obsoleto las dos visiones parciales de los valores humanos y del saber científico. La bioética, en su finalidad práctica de asegurar la sobrevivencia del mundo viviente, tiene que tratar de relacionar nuestra naturaleza biológica y el conocimiento real del mundo biológico a la formulación de políticas, con la finalidad de promover el bien social. Este paso no puede ocurrir de cualquier manera: por medio de una coerción autoritaria, por ejemplo. Tiene que implicar ya sea convicción como empeño personal. La función confiada a la bioética era la de asegurar una unión entre los dos.

La bioética, cuanto se pone al servicio de la sobrevivencia promueve una actitud en relación con los problemas que nacen cuando se quiere llevar la tarea de mantener la vida sobre un plan distinto, ya sea en el comportamiento estereotipado del científico (el cual en relación a la sobrevivencia parece decir "no lo sé, y lo que yo creo es irrelevante"), sea el del teólogo (el que parece decir "lo que yo creo es la única cosa importante y lo que yo sé es irrelevante").

Potter deseaba una ética orientada a la ciencia, o bioética, que nos haga decir: "lo que yo soy es limitado, pero yo lo combinaré con los conocimientos y la opinión de otros hombres inteligentes e inspirados en el sentido ético, provenientes de varias disciplinas para determinar lo que creo y hago, y trataré de desarrollar y difundir directivas éticas que contribuirán a la sobrevivencia y al mejoramiento de la especie humana".

En el intento de esquematizar el proceso que va de una posición filosófica a un estado social responsable, Potter preveía una serie formada por cinco etapas: 1. el daño ambiental se vuelve visible al individuo común y causa indignación moral. 2. el conocimiento de estos problemas se desarrolla en una nueva disciplina: la bioética ambiental. 3. la indignación moral pide medidas preventivas. 4. la presión moral, unida a la información de hecho, genera directivas bioéticas. 5. éstas se convierten en sanciones legales.

La sobrevivencia necesita verdaderos creyentes

Se tiene la fuerte impresión que la bioética apoyada por Potter sea más que una extensión de la ciencia. Más bien se parece a una especie de religión: la religión de la sobrevivencia. Esta, en efecto, se presenta como una exigencia superior. Podríamos llamarla una exigencia metaética. Nadie es capaz de justificar

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con argumentos científicos que la sobrevivencia sea deseada para la humanidad (como, por otra parte, no se puede probar que es bueno que las personas sean sanas antes que enfermas). La disponibilidad a acoger la necesidad de la sobrevivencia y ponerse a su servicio actúa del mismo modo que las necesidades éticas fundamentales, sobre las cuales descansan incondicionalmente cada regla o norma moral: no se pueden demostrar con argumentos.

Recientemente Potter escribió que "la bioética necesita de verdaderos creyentes". La expresión es más apropiada a una religión que a la ética. Suena como despectivo, casi como la descripción de individuos que niegan la evidencia. Lo que nos llevaría a los antídopos que Potter siempre deseó para la bioética. La analogía con la religión es forzada y si se le quiere dar un alcance que vaya más allá de esta afirmación debe ser que la bioética sea el comportamiento interior de individuos que saben aspirar a un objetivo lejano y terminar las acciones al conseguirlo.

Si la palabra "sobrevivencia" parece muy enfática, se puede formular este lejano objetivo como la búsqueda de la "salud universal": la dedicación que la bioética necesita es el compromiso para asumir nuestra responsabilidad y a terminar las enfermedades, los parásitos, el cáncer causado por la contaminación. También ésta puede ser una manera adecuada para expresar el propósito de la bioética. Potter prefiere, sin embargo, la perspectiva de la sobrevivencia, entendida como el momento crucial de la evolución en que el destino de las especies vivientes pasa a las manos del hombre. Se propone ― para ser concretos ― que la humanidad se comprometa a hacer lo que sea necesario para llegar al año 3000.

Los naturalistas se preguntan si la extinción no es algo innato en el proceso evolutivo. La mayor parte de las especies del pasado se han extinguido, sin embargo, su evolución estaba controlada por la selección natural. Este según observó Thedosius Dobzhansky, la selección promueve lo que es más útil, aunque el cambio a la larga puede ser fatal. Es lo que Potter llamó el "flujo fatal" (fatal flow) de la evolución.

Para los hombres la evolución puede tener un curso distinto con tal que se opongan al "flujo fatal" y decidan, contrariamente a lo que han hecho hasta ahora, de no proponerse solamente metas inmediatas, como la ganancia económica, sino también un objetivo a largo plazo: como la sobrevivencia. Si acaso la sobrevivencia de la especie humana sea el objetivo ampliamente aceptado, el "problema de la ciencia" se transforma en el problema ético de lo que tenemos que hacer para descubrir el apropiado curso de las acciones.

Esta búsqueda implica más de la ética históricamente entendida. La nueva ética ― la bioética ― nos tiene que permitir tomar nuestro destino en nuestras

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manos, deteniendo la maligna expansión de la especie más perfectamente adaptada, y por lo tanto potencialmente más peligrosa. Tenemos que distinguir entre la evolución genética y la evolución cultural. Ya que la evolución genética no es un "optional", es necesario apostar sobre una evolución cultural consciente, en la cual justificamos nuestras acciones mediante la ética.

La bioetica se vuelve «global»

Potter se encontró en la necesidad de diferenciar esta perspectiva de lo que en los últimos 20 años se identificó como bioética. Para esto es su último libro, publicado en 1988, que introdujo el concepto de "Bioética Global". En realidad no es más que una nueva propuesta del proyecto primitivo. Pone más explícitamente a la luz lo que corresponde a nuestra sabiduría colectiva que es desarrollar el programa para la sobrevivencia que la naturaleza nos ha dado. La especie humana es el único producto de la evolución que sabe que ha evolucionado y que quiere continuar evolucionando. La Bioética es el desarrollo de una sabiduría biológica que nos permite usar el conocimiento para sobrevivir, generación tras generación.

Para tratar de expresar en los términos más simples posibles el programa de la Bioética Global, se puede decir que una sobrevivencia aceptable tiene que proveer tres cosas: la promoción de la dignidad humana, la limitación voluntaria de la fecundidad del hombre y el respeto por el medioambiente. El primer punto es dado generalmente por adquirido (descontado) (aunque subsistan fuertes diferencias en el modo de concebir la dignidad humana).

En relación al segundo punto, la bioética que se ha desarrollado en el campo médico se ha concentrado en problemas marginales en relación al cuadro de conjunto, aunque no se les pueda negar su importancia y seriedad. La problemática, de hecho, fue discutida, además de la eterna cuestión de la interrupción voluntaria de la maternidad, por las relacionadas a los métodos de control de natalidad, a los diversos recursos ofrecidos por la fecundación artificial, a las intervenciones experimentales en los embriones. Pero la bioética no ha considerado el imperativo general de detener la expansión de la población para asegurar una sobrevivencia aceptable.

La ausencia del control de la fecundidad se puede considerar como un típico comportamiento orientado a las ventajas de obtenerlo en el corto plazo, pero que no considera las consecuencias a largo plazo. Hay, sin embargo, también otros aspectos que valorar. La humanidad está diseminando elementos químicos tóxicos, que tienen efectos biológicos no inmediatamente

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obvios. Muchos de estos productos químicos son carcinogénicos, teratogénicos y mutagénicos en el sentido amplio. Por lo tanto tenemos que considerar no sólo las consecuencias desastrosas de la generación incontrolada de niños sanos, sino también la de los bebes minúsvalidos cuyos padres estuvieron expuestos a productos químicos de riesgo. Por medio de la degradación del ambiente nosotros estamos progresivamente aumentando los riesgos de la salud de todos los grupos de edades de la especie humana, incluyendo a los bebés que aún no han nacido.

De estas consideraciones emerge con claridad que para la Bioética Global el objetivo es más amplio que ofrecer una ayuda para resolver los dilemas que se presentan en la práctica médica. Ello apunta a promover la salud humana para todos los habitantes del planeta, y no sólo para algunos privilegiados.

Otro punto cualificativo de la bioética de Potter es el respeto por el medio ambiente. La referencia explicativa es a Aldo Leopold y a su "Land Ethics". Leopold, el ya célebre pionero de una nueva actitud en relación con la naturaleza y la importancia de conservar ambientes naturales, entró por casualidad en la arquitectura del pensamiento de Potter. También su libro, "Bioethics. Bridge to the future", está dedicado a Leopold. Sin embargo, Potter no vacila en confesar que, mientras escribía los diferentes ensayos que lo componen, ignoraba la existencia de Leopold. Conoció su obra, en especial su "A sand Country Almanac", que es de 1949, sólo después que el manuscrito fue terminado y le dedicó el libro, aunque en este no existe una sola referencia.

Distinto le fue, en cambio, al Global Bioethics. Aquí agregó en el subtítulo ("Editar sobre la herencia de Leopold") una explícita referencia al hecho de que la bioética que propone está construida sobre la base del pensamiento de Leopold. Potter tiene en común con Leopold la preocupación por la sobrevivencia, como perspectiva meta-ética. Además condivide completamente su división de la ética en tres fases: aquella en la que se invoca para regular las relaciones entre los individuos; la que se ocupó prioritariamente de las relaciones entre los individuos y la sociedad, y finalmente la fase actual: la ética tiene que arreglar, regular la relación del hombre con los animales y las plantas. La extensión de la ética a este tercer ámbito es una posibilidad evolutiva y una necesidad ecológica.

Entre los pioneros de la bioética Potter ocupa un lugar independiente. El movimiento adoptó el término por él propuesto, pero no sus preocupaciones. Además Potter eligió quedar como un "amateur": siguió recibiendo su sueldo por hacer investigaciones sobre el cáncer, mientras se creaban cátedras e institutos de bioética, y nacía la figura del "bioeticista" pagado para hacer bioética.

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Sus reservas hacia la profesionalización de la bioética nacen del miedo que en esta transición se pierda algo esencial. Sobretodo no aportaría ninguna ventaja a la bioética si tuviera que atraer investigadores insatisfechos de su trabajo, convirtiéndose en el contenedor para personas desadaptadas en su profesión. La imagen de la disciplina resultaría irremediablemente comprometida. La bioética necesita personas fuertes, con un decidido sentido de identidad, confianza en sí mismo y mirada hacia el futuro. Personas hechas con la misma madera que Potter.